Un dia tonto.
Un domingo de esos que pasará desapercibido y no dejará huella en mi memoria.
Un domingo más...o un domingo menos.
Y sin embargo, quizás tenga más valor que cualquiera de esos días míticos que no dejas nunca de recrear en tu mente.
Mariano y sus mil y un juegos de palabras que siempre nos hacen reír, Silvia recreándose en cada uno de sus bocados, Robert siempre maquinando trastadas (hoy ha logrado otra vez bloquear la Black de Jose), Jose otra vez de viaje gastronómico-familiar, Marta siempre tan elegante con sus comentarios que gracias a Dios suben un poco el nivel intelectual de nuestras reuniones tan increíblemente estúpidas. Faltaban "Rachel y su maravilloso mundo" que visto la que estaba cayendo hoy en Madrid seguramente estaba feliz en su casa, huyendo del frío.
Y estas pequeñas reuniones tan insignificantes que nunca dejarán de cansarme, ni de sorprenderme, son las que hacen que hoy me sienta millonaria. Porque esta gran unión de estos pequeños mundos, con sus miedos, sus "por qués", sus locuras, es la que hace que este peculiar, crudo e inesperado mundo en el que vivimos pase más desapercibido. Porque siempre están para celebrar lo bueno y reír lo malo, para bailar en tiempos revueltos y cantar las buenas noticias, en definitiva para hacer que cualquier día del año cobre sentido.
Hoy Marta me ha hecho un regalo que me ha obligado a escribir este post porque me ha demostrado una vez más que los pequeños gestos son los que engrandecen a las personas, que los pequeños detalles son los que nos hacen sentir especiales y que tengo la suerte de vivir en un mundo dentro de este mundo verdaderamente INCREÍBLE. Gracias.
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