lunes, 27 de junio de 2011


Fue una puerta señorial, admirada en plena Castellana y distintivo de un nivel social. Una puerta que abrieron y cerraron cientos de veces dejando entrever una vida acomodada. El cabecero de una cama donde durmieron sueños, alegrías y problemas. La cristalera de una ventana que vio llover y pasar transeúntes despreocupados.


Fueron los pilares de mansiones, las lámparas que iluminaron banquetes y vidas, orgullosos letreros de calles buscadas. Fue esa figura de piedra tallada a la que sobre todo los domingos rezaron plegarias, encomendaron a enfermos y suplicaron milagros.




Encierran canciones y mil historias. Podrían contar viajes y noches de amores furtivos. Esconden secretos, pensamientos, confesiones y discusiones. Se escuchan risas y lloros, debates y largos silencios.



Han sido aclamados e incluso amados y luego olvidados. Han sido el regalo más sorprendente y una letra de muchos dígitos que pagar mes a mes.


Encierran sueños frustrados o alcanzados, sonrisas y lágrimas, miedos, dudas, preguntas y confusión. Esconden secretos compartidos o callados, amores pregonados o silenciados. Duermen vidas más o menos gloriosas, más o menos memorables, más o menos acertadas.



Lo que queda de los edificios acaba ordenado y clasificado en un solar.
Lo que queda de los coches, esqueletos destrozados, yace en fila unos kilómetros antes.
Y lo que queda de nosotros...eso depende de cada uno.

Ha sido casualidad...estos días ENFANT TERRIBLE y Mariano me han paseado por ahí.

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