Y Amparo, Margarita y Piluca toman el té cerca de un colorido mostrador de extraños dulces llamados Marmels que llaman la atención por sus alegres envoltorios e inusuales sabores. Hibiscus, lavanda, jengibre, chile, membrillo de café. Casi siempre se escucha música francesa, nostalgia de un tiempo pasado. ¿Por qué todo suena mejor en cualquier idioma menos en castellano?
Y si. Aunque todos nosotros nos hemos acostumbrado a entrar en tan sorprendente trocito de mundo, es a través de la cara de cada uno de vosotros que volvemos a redescubrir la esencia del escenario en el que cada día ocurren cosas maravillosas. Porque hoy, después de cruzar el jardín vertical, de saludar con la mirada a una novia colgada del techo y a sus invitadas, una transeúnte cualquiera se ha encontrado de frente a Soraya inundando con su torrente de voz 420m2 de locura. A una fotógrafa de La Razón que había dejado su coche en el vado y ha preferido ir a aparcar bien su vehículo para dedicarnos no una foto sino un reportaje. A diseñadores llenando de vida la tienda, Queta con su taller portátil de joyas, Silvia con su inamovible sonrisa, a una estilista devolviendo los maravillosos bolsos de Myriam o a una pintora enseñándome su obra, curiosamente del Petit Prince.
Y después de un día muy intenso en esta peculiar jaula de grillos me he dado cuenta de que yo misma había caído en la trampa. Porque cuando lo increíble se vuelve banal, lo sorprendente se hace rutina, lo grandioso encoge y lo mágico, pasa a ser terrenal es que hemos dejado de ver el mundo tal y como se merece.
ahh, esas palabras suenan tan bien, tan delicadas, que sólo apetece caer en ese mágico mundo...
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